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Mentiras, mentiras malditas y mentiras francamente peligrosas.
Los fundadores de las Naciones Unidas estarían agitando convulsivamente en sus tumbas. Una visión, forjada a partir de la carnicería de la Segunda Guerra Mundial para un mundo en paz, un mundo donde las disputas podrían ser resueltas por el diálogo y la diplomacia en lugar de bombas, al parecer ha sucumbido a la duplicidad de su partido en movimiento.
Cuando el Presidente de los Estados Unidos Franklin Roosevelt redactó la Declaración inicial de las Naciones Unidas en 1941, escribió un documento que era un grito de aliado para los Aliados, frente a lo que él llamó "fuerzas salvajes y brutales que pretenden subyugar al mundo". Afirmó audazmente que "la victoria completa sobre sus enemigos es esencial para defender la vida, la libertad, la independencia y la libertad religiosa,
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